El maqt’a o joven campesino es un personaje que participa de manera individual. A diferencia de los personajes de las comparsas de danzantes,
el maqt’a es un personaje libre que no se encuentra sujeto a ninguna autoridad. En la fiesta participan varios maqt’a, alguno se relacionan con las distintas comparsas para acompañarlas realizando tareas de servicio servir la comida a los danzantes, músicos e invitados o realizar encargos y abriendo paso a los danzantes cuando éstos realizan sus coreografías. Otros maqt’a se mantienen independientes recorriendo las calles y haciendo bromas con la gente del pueblo; hablan en quechua y falsete, haciendo comentarios sobre acontecimientos o personalidades públicas de actualidad.
A pesar de no formar una comparsa, existen algunas reglas tácitas que obligan a todos los maqt’a, por ejemplo, a usar el mismo vestuario y la misma máscara. El maqt’a es considerado un danzante de carácter libre e independiente, no sólo porque no está subordinado a alguna autoridad, sino porque no tiene cargo, ni grupo musical que lo acompañe. Esta es la razón que se da para explicar el fracaso que tuvo un primer intento, hecho en 1977, de agrupar a todos los maqt’a en una comparsa. Sin embargo, en 1991 se convocó a los jóvenes repitiendo el intento de juntar a los maqt’a y crear un reglamento que señale las normas de comportamiento durante la fiesta y las exigencias en cuanto al vestuario. Las razones principales para esta iniciativa han sido «cuidar el prestigio y las costumbres de la danza y del pueblo», así como «recuperar el respeto al maqt’a», argumentos que se pueden interpretar como el deseo de consolidar al personaje y de aumentar su reconocimiento ritual y social.
La persona responsable de esta iniciativa manifestó que en los últimos años se había observado que los maqt’a aparecían mal uniformados (con waqullu en vez de máscara de yeso, con sombrero en vez de chullo y con ojotas de llanta en vez de cuero), estaban sucios, se excedían en sus bromas, estaban hasta altas horas de la noche emborrachándose y, además, estaban participando jóvenes provenientes de las comunidades campesinas de la zona. Este último argumento parece ser uno de los más importantes, sobre todo porque la fiesta se considera de la gente del pueblo y no de los campesinos.
Para llevar a la práctica esta iniciativa, el responsable coordinó con el regidor de Espectáculos y Deportes del Municipio, quien lo autorizó a realizar esta actividad. Se convocó por televisión a todos los jóvenes interesados a inscribirse. El acuerdo con la municipalidad y con el puesto policial fue que sólo las personas inscritas, que recibirían un carnet con una foto y un sello, podrían bailar como maqt’a. De lo contrario sería decomisado el traje hasta el final de la fiesta.
Podían inscribirse todos aquellos que tuvieran uniforme y fueran paucartambinos o amigos de paucartambinos, excepto jóvenes del campo. Las comparsas que quisieran contar con la presencia de un maqt’a tendrían que solicitárselo a la instancia coordinadora del grupo de los maqt’a. Esto se haría con el fin de evitar los abusos de los demás danzantes contra los maqt’a. Según mi informante, los maqt’a están desprotegidos y expuestos a los maltratos de los demás danzantes porque están desorganizados y muchos de ellos (sobre todo los que vienen del campo) no cuentan con una buena formación. En este sentido, una organización sólida garantiza un respaldo más efectivo a los individuos que conforman una comparsa determinada,
fortaleciendo la identidad colectiva que la comparsa representa.
Ese primer año (1991) se abrió el cuaderno de actas y el plan fue elaborar estatutos que serían entregados por escrito a todos los maqt’a. Piensan también conseguir un karguyuq para el año 1992, y debido a eso se decidió mandar a hacer una demanda para poder entregársela. Además se tomaron los siguientes acuerdos en cuanto al vestuario y a la actuación en la fiesta: usar ojotas de cuero y no de llanta ya que aquéllas son las que se consideran las tradicionales y las que «producen un sonido característico y sacan chispas del suelo cuando se corre»; el día de la entrada se usarían camisas blancas; la entrada se haría a las diez de la mañana, en grupo, desde el cerro Colca(49), por donde bajarían los maqt’a llevando banderas del Perú y del Tahuantinsuyo. Luego se llegaría al templo y se saludaría a la virgen, se haría una visita al prioste y finalmente se iría a dar el alcance a los demás grupos de danzantes para apurarlos y ayudarlos en los preparativos para la entrada. Algunos dicen que así era la costumbre, sin embargo, los danzantes de las demás comparsas no pudieron confirmarlo. Lo que es importante reconocer aquí es que no importa la veracidad objetiva e histórica de esta afirmación. Lo que interesa es que los maqt’a buscan asignarse funciones rituales que justifiquen su presencia y aumenten su status en la fiesta. El éxito de este tarea consiste justamente en hacer que todo aquello que caracteriza al personaje o a la danza (vestuario, coreografía, roles festivos, organización) sea asumido como parte de la tradición paucartambina.
Además, los maqt’a propusieron tener una actuación más ordenada en la guerrilla. Esto quiere decir, colaborar con los qhapaq qulla, ya que los saqra colaboran con los qhapaq ch’unchu. La afinidad con los qhapaq qulla fue justificada con el hecho de que los maqt’a vienen de las comunidades, es decir, de las partes altas, igual que los qulla, y que por eso se asustaban de los ch’unchu y de los saqra, que vienen de las partes bajas.